"Ayuda".
Es probablemente la palabra de cinco letras más difícil de decir en un negocio.
Puede ser difícil hacerle saber al mundo que necesita ayuda y no tener todas las respuestas en una sociedad donde las reglas de confianza, así como la idea de pedir ayuda le aterran. Más aún si siente que es “menos que” por hacerlo.
En algún momento de nuestras carreras, todos hemos sentido esa sensación de nerviosismo antes de levantar el teléfono o enviar un correo electrónico a un colega, pidiéndole ayuda. Nos preguntamos si pensarán que somos débiles o una carga por pedirla, o peor aún, nos ignorarían, lo que nos dejaría completamente desinflados.
En estos momentos de duda, es bueno recordar que nuestros socios comerciales también son humanos. Y que todos luchamos contra la vulnerabilidad.
La Dra. Brené Brown, profesora de investigación en la Universidad de Houston, ha estudiado la vulnerabilidad durante las últimas dos décadas y es autora de éxitos de ventas y presentadora de una de las Charlas de TED, en la cual dice que la vulnerabilidad está ligada al coraje. Y se necesita coraje para pedir ayuda.
Una de las razones por las que Brown dice que tenemos miedo de pedir ayuda es que tememos que nos juzguen. Sin embargo, si "no podemos aceptar y pedir ayuda sin juzgarnos a nosotros mismos", dice Brown, "entonces, cuando ofrecemos ayuda a otras personas, siempre lo estamos haciendo con juicio. Siempre. Porque hemos unido el juicio a la petición de ayuda".
La clave para un liderazgo valiente, dice Brown, es ver la vulnerabilidad como una fortaleza, no como una debilidad. Cuando encontramos el coraje para pedir ayuda, modelando la vulnerabilidad, creamos un efecto dominó positivo. Damos permiso a otros para que hagan lo mismo, creando una cultura y un entorno de apertura y colaboración. Nosotros lideramos con empatía, lo que mejora tanto la conexión como la comunicación y genera confianza.
Hay dos formas que los líderes pueden utilizar para incorporar la vulnerabilidad.

En primer lugar, trate de ser útil a los que puedan necesitar su ayuda.
Y esto es importante, no espere a que le pidan ayuda.
Recuerde, aquellos que necesitan ayuda a menudo permanecerán en silencio por miedo a ser juzgados. No asuma que todo está bien simplemente porque no han abordado un tema difícil. Acostúmbrese a comunicarse con sus clientes y colegas. Haga preguntas para comprender en qué están trabajando o lidiando y hágales saber que está aquí para ayudarlos.
Y cuando se atrevan a pedirle ayuda, reconozca su valentía. Preste toda su atención. Escuche sus preocupaciones, tratando de no formular una respuesta, sino de comprender. Y actúe para ver qué puede hacer usted o alguien que conozca y pueda ayudarles.
En segundo lugar, no tenga miedo de pedir ayuda usted mismo.
Levante la mano si esto es difícil para usted. Alerta: usted no es el único.
Aunque siempre me alegra ayudar a los demás, admito que me cuesta tender la mano cuando necesito ayuda. Quiero ser la roca para todos los que me rodean, pero me recuerdo a mí misma que incluso una roca puede desmoronarse. No hay que avergonzarse de pedir ayuda y en muchos casos, puede suponer un gran alivio saber que no tenemos que hacerlo solos.
La conclusión es la siguiente: Pedir ayuda no es un signo de debilidad; es un signo de fortaleza. Recuerde que todo el mundo necesita algún tipo de ayuda en algún momento y que adquirir la práctica de pedir ayuda se hace más cómodo con el tiempo.

Este artículo ha sido impreso con permiso de la página de Forbes de Amy Blaschka.